El siguiente texto es un extracto del libro “El legado de la nueva medicina” volumen 1 del Dr. Hamer, donde describe el “hospital ideal” para ejercer la NMG, la mayoría de los medicamentos, aparatos y procedimientos son innecesarios, lo más importante es la calidad humana de quienes trabajarían en ese hospital.
“La seguridad para un joven mamífero es su madre, para un niño es la sensación de su nido, del ambiente de confianza que lo rodea. La seguridad para una persona enferma tiene que ser una feliz sensación de bienestar. Nuestros hospitales actuales son institutos de tortura y de muerte, donde no se habla para nada de sentirse bien. No tiene que ser así.
Con el dinero que hoy se paga por el ingreso de un día en un mísero hospital de distrito, el paciente podría estar en un hotel de primera categoría con dos camareros personales y también en un sanatorio de lujo con una enfermera propia a disposición.
A mis pacientes no les hace falta ni una cosa ni la otra. Necesitan un ambiente caliente y seguro, en el que sentirse “como en casa” en el verdadero sentido de la palabra. Esto constituye la base para una terapia psíquica cuando el paciente tiene que permanecer bajo observación o recibir tratamientos diarios.
A fin que el paciente esté en la máxima tranquilidad hace falta, sin embargo, que en este hospital ideal haya un pequeño departamento de cuidados intensivos para hacer frente a las complicaciones imprevistas o también previstas y predecibles de tipo orgánico y cerebral. Un departamento intensivo así tiene que ser adecuado con un aparato de TAC propio, de modo que los pacientes durante su proceso de curación no corran el riesgo de asustarse por el pronóstico terrorífico de médicos externos, faltando los análisis de sangre diarios que normalmente se realizan por cualquier control sin sentido. A pesar de eso los pacientes deberían poder tener un nivel de diagnóstico médico óptimo conforme al internacional, cosa posible sin muchas dificultades desde el momento que esta loca caza diabólica de “las metástasis malignas” falte. El paciente en vagotonía que se siente bien, tiene buen apetito, duerme bien, está sano.
Lo más importante son las enfermeras, las “hermanas de los enfermos” (Krankenschwester), sus amigas, que poseen conocimientos médicos. Cierto que no es siempre posible crear una gran familia como la que conseguí crear cuando intenté, durante tres meses, realizar mi ideal de “Casa de los amigos de Dirk”. La última vez intentaron castigarme por esto tachándome de ofensa contra la regulación en materia de profesiones y ocupaciones.
Sin embargo y a pesar de todas las dificultades, es extremadamente necesario abrir los lugares de cura donde el paciente se sienta en casa, como sucedía en la “casa de los amigos de Dirk”. A menudo los pacientes me han dicho que el período pasado en esta casa de curo ha sido el más bonito de su vida. Las cajas de salud siempre me han boicoteado. Quien podía pagar el precio “del hospedaje” lo pagaba, para los que no podían pagar, los colaboradores hacían la colecta. Éramos una gran familia, sin pánico. Cada uno ayudaba cuando estaba de buen ánimo y descansaba cuando estaba cansado. A la hora de comer llegaban todos juntos según sus posibilidades. Quien podía estar solamente acostado se hacía llevar con la cama al lado de la gran mesa común de la comida.
En ningún hotel se reía tanto y tan sinceramente como en nuestra “Casa de los amigos de Dirk”.
Además es importante el hecho de que los pacientes podían llevar a sus familiares si lo querían. Si era necesario porque se sentían bien, había que consentirlo. Este tipo de familiares no molesta para nada, porque normalmente se trata de los componentes más positivos del círculo familiar.
Nunca es bastante el cuidado con el que se elige al “personal”, incluidos los médicos. Deberíamos imaginarnos que seremos nosotros mismos los que nos dejaremos atender por esta enfermera, por ese médico o por esa mujer de la limpieza, en caso que estemos realmente mal. Sin embargo si la atmósfera en la casa es agradable, podemos a menudo hacer constataciones sorprendentes: casi cualquier persona tiene puntos fuertes para algún aspecto y solo hace falta la ocasión para aprovecharlos. Esas personas entonces desarrollan capacidades extraordinarias que nadie habría sospechado jamás.
Me acuerdo de un cómico profesional que era capaz de hacer reír hasta llorar incluso a la gente más tétrica. Un desayuno sin él no era un desayuno. Una paciente cocinaba menestra con gran entusiasmo y su alegría más grande era cuando todos apreciaban su sopa, que realmente tenía un sabor exquisito. Al final no había comida sin la sopa de Genoveva. Enseguida todos los pacientes entusiasmados, trabajaban en la sopa que se cambiaba cada día a una forma cada vez más rica. Al final eran tantos los pacientes-cocineros que tuvimos que formar un segundo grupo que cocinase por la tarde, pero naturalmente bajo la supervisión de Genoveva.
Un paciente era conductor de profesión. Su mayor placer era poder llevar a alguien en coche a algún sitio. Y cada tarde sus pasajeros lo elogiaban haciendo que brillara como un árbol de navidad, y todos estaban contentos.
No se trata solamente de tener ocupado al paciente, sino que hace falta motivarlo y que su enfermedad se vuelva un tema secundario. Se ha estado malo, pero no es importante, puesto que se ha vuelto a estar sano.
Hay dos modos para tranquilizar a un paciente. Uno es aquel gracias al cual considera como algo evidente curarse en “la casa de los amigos de Dirk”, porque también los otros se curan. Estos pacientes tienen fe, lo que es una cosa positiva.
Para los más inteligentes de entre los pacientes eso no basta, quieren entender el sistema. Esto es un hecho positivo, dado que es posible entenderlo. Se aconseja por lo tanto, según mi experiencia, tener regularmente “cursos de perfeccionamiento” para este segundo tipo de pacientes. En muy poco tiempo se puede ser hábil especialista por lo que respecta a las radiografías y las TAC. Esto me alegraba mucho.
Si llegaba un nuevo paciente, apenas podían esperar que lo hubiese visitado y establecido la dirección a seguir, así como la TAC y las radiografías estuviesen listas. Pero entonces no se les podía parar. Tenía que contar veinte veces su conflicto, haciéndolo visiblemente de buena gana y con una sonrisa cada vez más grande. Su conflicto, del que no habían podido hablar en un año, ni siquiera con la mujer que amaban, ahora se contaba a todos con desenvoltura sin balbucear, como si fuese lo más obvio del mundo. E incluso se trataba de un verdadero problema de tipo técnico, económico, etc. toda una compañía de especialistas y “expertos” entre los pacientes se reunía y en un abrir y cerrar de ojos estaba resuelto.
Un paciente que había sufrido un conflicto a causa de un problema económico y se había devanado el cerebro durante seis meses, no podía menos que confiarse con un “compañero-paciente”, que era director de un gran banco. Este hizo una breve llamada a un “estimado colega”, que resolvió el asunto en diez minutos. Así fue ayudado a resolver su conflicto, y el otro durante tres días fue “el gran rey”. Los dos eran felices: personas que antes habían estado tan cerca sienten su nueva vida en la tierra como un regalo del cielo. Se comportaban de nuevo humanamente, algunos se volvían sabios.”
Dr. Ryke Geerd Hamer